En tiempos de crisis, el sistema económico de un país se desnuda. Se desnuda la política fiscal; su sistema tributario y el direccionamiento del gasto público -la correlación existente entre asignaciones y prioridades de una nación-, de igual manera, la efectividad de la política monetaria; el manejo de la inflación y si los medios e instrumentos utilizados son eficientes para el control de la misma. Aunado a ello, si la apertura comercial favorece o va en detrimento del sistema productivo y/o del bienestar de los consumidores; intermedios y finales, de igual manera, el mercado laboral y; si este modelo de actividad (es informal o en su mayoría formal), puede ser capaz de resistir el embate de la crisis durante períodos extensos. Sin duda, la capacidad de soporte del Estado está relacionada también a como se encuentra distribuida la riqueza nacional.
Ante la crisis, algunas de las cadenas de valor (expresado técnicamente) se encuentran limitadas por su eslabón complementario; los medios de distribución, para que los mercados abastezcan los hogares, las empresas y las empresas que utilizan como insumos para transformarlos. Lo puesto en vigencia a disminuido la comercialización de los bienes básicos para la vida humana, sobre todo los alimentos, bebidas y, bienes de higiene personal, entre otros. Como consecuencia inmediata, ha puesto en precario la alimentación de las mayorías, sobre todo, los más vulnerables. Evidenciando la poca capacidad y sobre todo, la respuesta sobre el sistema de producción, aunado a la de transporte y logística, que por motivos de Estado de Excepción complican adicionalmente la situación.